martes, 1 de enero de 2013

2013/04/28 DESEAR EL BIEN ESTÁ A NUESTRO ALCANCE. REALIZARLO NO.


DESEAR EL BIEN ESTÁ A NUESTRO ALCANCE. REALIZARLO NO 28/04/2013

               Introducción.  El sábado pasado estuve celebrando una boda y lo que compartí con los nuevos esposos tiene mucho que ver con lo que quiero expresar en esta escuelilla. Me da la impresión de que confiamos tanto en nuestras capacidades y en nuestra voluntad, en nuestros planes y proyectos que nos sentimos capaces de llevarlos a cabo por nosotros mismos, sin necesidad de contar con Dios, ni con la ayuda de los demás. El amor nos hace fuertes y en muchos casos arrogantes. Y pretendemos que nuestra vida en pareja se sostenga en nuestras habilidades y encantos, y olvidamos que también nos constituyen los cansancios, los límites, y los errores. Y cuando estos aparecen sufrimos la decepción y el sentirnos engañados.

               "Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos. Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes". Is 55,8-9.
               Sentir que una persona se fija en nosotros, nos valora, nos elige, se compromete para siempre, nos produce tanta alegría que nos sentimos capaces de todo. Cuando el corazón se enamora no teme a nada, y de alguna manera sentimos que lo merecemos. Es normal que nos quieran porque somos tan bellos, tan buenos, tan inteligentes y tan simpáticos que lo extraño es que nadie se fijara en nosotros. Qué miopía tan grande tiene la humanidad sino reconoce lo joyita que hay en mí. Y es cierto que somos preciosos y de un valor incalculable, únicos, irrepetibles. Porque Dios, que es nuestro origen, nos ha hecho así. "¿Qué tienes que no hayas recibido?". 1ª Cor 4,7.

               Pero tras la novedad, tras la sorpresa, viene la realidad. Las idealizaciones y los sentimientos a flor de piel dejan paso a la normalidad, a lo cotidiano, a lo sencillo. Cuando se baja la guardia del querer gustar y querer conquistar, aparece la sinceridad de pensar de forma diferente, de tener gustos dispares, de priorizar las cosas de distinta manera. Y si no contamos con la humildad necesaria, y con la ayuda adecuada, concluimos que hemos cometido un grave error, y que tenemos que romper el vinculo y el compromiso adquirido. No es lo que yo pensaba. Quiero otro u otra, que de verdad responda a mis deseos y expectativas. Y nos podemos pasar toda la vida buscando al amor de mi vida sin encontrarlo. Tenemos que encontrar las razones profundas para entregarnos a los demás. Y no basta el que me guste, me atraiga, haya química, o me haga reír. Una vida es demasiado larga, y atravesamos demasiadas situaciones complicadas, como para que nuestros apoyos y refuerzos sean caprichosos y superficiales.


               Lo que Dios nos dice. "Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo  a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud". 1ªJn 4,7-12.

La llamada que sienten nuestros corazones al amor, a la entrega, a la donación, al cuidado y a la entrega a los demás, responde a que somos imagen y semejanza de un Dios que es todo entrega y donación de sí mismo. Como los niños imitan a los mayores, y les toman como modelos, nosotros tenemos inscrito en lo más profundo de nuestro ADN el deseo de compartir, de cuidar, de proteger, de alegrar. Claro que estamos hechos para el amor, pero no para el capricho, para la utilización, para la manipulación y la posesión. Nos duele y nos afecta tanto el fracaso y la ruptura en el amor porque incide en lo más profundo de nuestro ser. No somos objetos fáciles de reponer. No es cierto que un clavo saca a otro clavo. Sí vivimos con fe nuestra historia de amor vamos descubriendo como la capacidad de amar no es una exigencia, es un don y un regalo que nos hace Dios , al regalarnos su misma vida. Amar es la actividad propia de Dios, es lo más divino que hay, y por pura misericordia nos regala esa capacidad a los humanos. Por eso si vivimos que las personas con las que compartimos nuestra vida son, a las que Dios nos ha unido, nuestra confianza y nuestra entrega serán mucho más sólidas y permanentes.
"Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es". 1ª Jn 3, 1-2.

               Cómo podemos vivirlo. Es una gran fiesta que nos decidamos a amar. Es una gran alegría que descubramos que la entrega, la generosidad, el llegar a ser uno, es lo que más nos realiza y nos hace crecer. Pero precisamente por su importancia, y por su trascendencia no podemos vivirlo desde la superficialidad, desde la estética, y desde la frivolidad. Dar el paso consciente de compartir la vida con otra persona nos tiene que unir más fuertemente a Dios, al autor de la vida y del amor. El no llama a los capaces, sino que capacita a los que llama. Construir algo tan grande como un matrimonio, como una familia, nos tiene que hacer pedir con humildad, que se apoye y se construya en una base mucho más firme que la arena de nuestros deseos. Sino en la roca firme del amor de nuestro Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario