martes, 1 de enero de 2013

2013/02/24 No pierdas nunca la esperanza



NO PIERDES NUNCA LA ESPERANZA.


                Introducción. Me sorprende que en medio de estos tiempos que vivimos con constantes noticias sobre corrupción, escándalos, robos, de profundas decepciones y sospechas sobre la bondad de lo humano, donde se falsea continuamente la realidad, Dios siga firmemente convencido de nuestra necesaria participación en su obra de salvación. No se conforma con salvarnos, con ayudarnos, sino que nos quiere protagonistas y responsables en esta historia de Amor y de salvación. Continúa creyendo firmemente en que nuestras posibilidades siguen intactas para que, unidos a Él, podamos dar frutos de justicia, de paz, de alegría. "Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos". Mt 5,16. Nos ve el Señor capaces de colaborar con Él, para realizar su proyecto de salvación. De la misma manera que consideró valido al niño que le presentó sus tres panes y sus cinco peces, o la vida de Pedro, que después de negarle tres veces, le confía el cuidado de lo que más ama, su Iglesia. Cómo consideró válidas las vidas de tantos hombres y mujeres, que sintiéndose indignos, pobres y pecadores, le han prestado su vida para que su Palabra sea conocida, vivida, y experimentada en tantos corazones.

                  " Esto es bueno y grato a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" 1ªTim 2,3-4. Dios nos ha regalado ser colaboradores en la obra de la salvación, y en la construcción de su sueño en la tierra. Decía San Agustín:"El que te creo sin ti, no te salvará sin ti". Nadie nos ha pedido permiso para darnos la vida. La hemos recibido como un regalo, como una sorpresa. Poco hemos decidido sobre el dónde hemos nacido, quienes son nuestro padres, o el país de origen. No elegimos ni nuestro físico, ni nuestras habilidades, ni talentos. Sólo podemos acogerlas y disfrutarlas. Pero el cómo emplear este regalo que es la vida sí que es una decisión íntima y personal, libre e intransferible. Todo nuestro ser es neutral. Las manos las podemos emplear en abrazar y acariciar, o se pueden convertir en puños violentos que agreden y dañan. Nuestra boca puede ser una fuente inagotable de besos, de palabras bonitas, de canciones y sonrisas. O por el contrario podemos matar con nuestras palabras, con nuestros juicios y críticas. Podemos herir, amenazar, entristecer.

Mis pies me pueden llevar al encuentro del otro, ir a buscar al que me necesite, viajar recorriendo paisajes inolvidables, recorrer calles y plazas alegrando y gozando. O se pueden volver armas que patean, que pisotean, que destrozan.

                
                  Y así todo lo que somos, todo lo que nos constituye, nuestra mente, nuestro corazón, nuestras fuerzas. Hay mentes puestas al servicio del mal, del diseño de armas, de drogas, de negocios donde el ser humano se convierte en mercancía. Y hay mentes al servicio del desarrollo, de la justicia, de la salud, del arte y la belleza. Hay corazones maduros que acogen a los demás como son, con sus problemas, con sus gustos, con sus esperanzas. Y hay vidas que se convierten en jueces de los demás. Que discriminan, que enjuician, que emiten continuamente veredictos sobre quien vale y quien no, quien se salva y quien se condena. Juicio o misericordia, acogida o rechazo, generosidad o egoísmo, compasión o indiferencia, compromiso o evasión. Tu elijes.



                Lo que Dios nos dice."Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacéis bien a quien os lo hace a vosotros, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores se prestan entre ellos para recibir lo equivalente. Vosotros amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada a cambio; así vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo. Porque él es bueno para los ingratos y malos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso". Lc 6,31-36.  

 Frente a las situaciones que nos toca afrontar en nuestra vida solo hay tres opciones. El lamento, la evasión o el compromiso. Lamentarnos, victimizarnos, quejarnos, no soluciona nada. Sólo crea unos ambientes de pesimismo, de tristeza, de resignación, de inmovilidad, que invitan a alejarse y a huir. La evasión es la opción más fácil. Tenemos mil ofertas para olvidarnos de nuestras responsabilidades y de nuestras obligaciones. Convertirlo todo en risa, en broma, en superficialidad, hace que no tengamos que tomar grandes decisiones. Aplazamos los grandes conflictos, pero nos volvemos unos eternos infantiles, sin estructura para afrontar los momentos duros de la vida, que más pronto que tarde, siempre llegan. Por último nos invita el Señor al compromiso

"Y dirigiéndose a sus discípulos añadió: -Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida? ¿O qué puede dar a cambio de su vida?". Mt 16,24-26. 

Comprometerse significa que acojo la realidad, y a las personas, como son, como están. No huyo de dar la vida, no en lo agradable, en lo fácil en lo bello. Sino en cualquier situación, porque me siento acompañado por el Buen Dios, que vive conmigo, que se alegra conmigo, que sufre conmigo, todo lo que me toca vivir.


                Cómo podemos vivirlo. Las personas que viven con el corazón compasivo dejan a su paso ambientes de Reino de Dios. Dejan a su paso el aroma del amor, de la alegría, de la paz. Levantan situaciones decaídas, consuelan, ilusionan, crean inventan. Por el contrario los que viven centrados en sí mismos, dejan su alrededor el hedor del egoísmo, del que sólo se mueve por interés, por utilización. Y el destino de las personas egoístas es la soledad y la tristeza. Tu elijes.

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